VII.- La voluntad de poder.
“Toda cosa viva busca, ante todo, descargar su fuerza; la misma vida es voluntad de poder, la autoconservación es, tan sólo, una de las consecuencias indirectas y más comunes de ella” (Más allá del bien y del mal). A pesar de lo que aparentemente pudiera creerse, Nietzsche rechaza al darwinismo, toda vez que el proceso selectivo logra la conservación, pero no del mejor, sino del mediocre. Es decir, la voluntad de poder no sólo habría que entenderla en clave biologista, sino sobre todo en clave metafísica. La Vida es la única que expresa dicha voluntad, mientras que sus múltiples manifestaciones –simulacros-, son concreciones de dicha voluntad.
La voluntad de poder supone el nervio de las fuerzas que la vida pone en movimiento, no existe finalidad o teleología, ni sentido. La ciencia positivista del siglo XIX hace abstracción de esta fuerza o voluntad de poder que está inscrita en todas las cosas. Sin embargo, no existe un movimiento dialéctico entre cosas, ni una dirección, no hay nada más que voluntad de poder, es decir, nada. Precisamente, esta nada es lo que provoca la ficción de un mundo para nosotros. En la recopilación de textos que se denomina Voluntad de poder nos dice: “(...) este mundo mío dionisíaco, que se crea a sí mismo eternamente y eternamente a sí mismo se destruye, este mundo misterioso de las voluptuosidades dobles; este mi “ más allá del bien y del mal”, sin finalidad, a no ser que la haya en la felicidad del círculo, sin voluntad a no ser que un anillo tenga buena voluntad para sí mismo. ¿Queréis un nombre para este mundo? Una solución para todos sus enigmas? ¿Una luz también para vosotros, los más ocultos, los más fuertes, los más impávidos, los más de media noche? Este mundo es la voluntad de poder, y nada más. Y también vosotros mismos sois esa voluntad de poder, y nada más ”(Voluntad de poder).
Stiuemos en este contexto, la distinción entre la moral del señor y del esclavo. Frente a la masa –moral del esclavo- se alza como una imponente montaña la voluntad de poder del señor. Nietzsche se horroriza ante la sociedad de masas y busca consuelo hacia el pasado heroico del mundo griego. El héroe contra el burgués es la antítesis de este dualismo moral entre el amo y el esclavo. Al esclavo le falta las ganas de vivir, porque vivir supone la posibilidad de perder la vida al afirmarla, mientras que el esclavo es acomodaticio, su vida es demasiado preciosas como para apostarla en la vida, por eso espera a cualquiera que le ofrezca seguridades, la “Gran Política” supone la posibilidad de ofrecer consuelo a la masa, aunque ella sea sacrificada en el altar de la gloria, sea esta lo que sea. Nos resulta premonitorio lo afirmado en la cita anterior, el destino de esta masa que morirá al servicio de voluntades que se imponen en nombre de valores que las elites utilizarán adecuadamente para su propio beneficio y que en última instancia no será más que la razón de Estado.
El mundo –este único mundo- está regido por la voluntad de poder que se expresa en la realidad de los objetos y en el interior de nuestras almas. La pasión de esta voluntad de poder es dominio y extensión. Este dominio y expansión se debe leer en clave estética, por tanto, como el artista está dominado por la pasión de la creación que expresa en el acto de un dios desligado del bien y del mal. La vida como creación artística como juego, como experimento, por tanto, sin responsabilidad, sin ataduras ni compromisos, he aquí lo contradictorio de esta visión ambivalente que nos ofrece Nietzsche. Porque en él cabe la crítica demoledora de muchos males que supo advertir, pero también dejó la puerta abierta para que algunos creyeran poder experimentar con la vida de los demás en un juego que no era de artista, sino de serial killer.