VIII.-La transvaloración de todos los valores.
Si la metafísica se las tiene que ver con problemas de orden lógico y ontológico, en Nietzsche, se las tiene que ver con problemas axiológicos. La filosofía nietzscheana se entiende así misma como una transvaloración o inversión de los valores tradicionales. La muerte de Dios suponía el fin de aquellos valores que la tradición occidental ha considerado como fundamento de los conceptos transcendentales: ens, res, unum, aliquid , verum, bonum (ser, esencia, uno, distinción, verdadero y bien). La inversión de valores tiene un eje explicativo en la voluntad de poder.
Los valores son expresiones de la voluntad de poder que expresa el único valor: la vida. Esta inversión de valores le permite establecer un dualismo en función de aquellos valores que afirman la vida o aquellos que la rechazan. Nietzsche apuesta por la inmoralista, frente a la cristiana, y distingue entre el héroe y el santo, entre la exaltación de la vida como expresión de la voluntad de poder y aquellos que niegan la vida porque suspiran por la “otra” vida. Es decir, aquellos valores ascendentes propios del héroe trágico (Dionisos) y los valores decadentes o reactivos propios del cristianismo (el Crucificado).
Según Nietzsche, el origen de los valores estaba relacionado con una valoración “sana” que expresaba la voluntad de poder, pero esta valoración se pervierte por culpa de la irrupción en escena de una clase nueva que envenenará todo cuanto toque, es la casta sacerdotal, que a juicio de Nietzsche inventa el espíritu. La fuerza (voluntad de poder) de esta casta reside en el odio y el resentimiento. Todo cuanto tocan queda contaminado por ese odio y resentimiento que destilan a raudales. ¿Queda algo fuera de estos sentimientos reactivos, contrarios a la vida? Según Nietzsche, sí; el arte. Los sacerdotes esgrimen la razón, pero el arte es el único que capta la verdadera esencia del mundo. El arte es el refugio del genio, el único capaz de hacer frente a la masa. Por ello la filosofía de Nietzsche se expresará en la figura de Dionisos, como expresión de derroche, de fuerza creadora, figura heroica y trágica, que expresa el juego del cosmos, la nada.
Si Dionisos expresa la desmesura, el Crucificado expresa el sufrimiento como antesala del gozo en la trascendencia. La quintaesencia del pensamiento de Nietzsche se expresará en su última afirmación:“ ¿Se me ha comprendido? ¡Dionisos contra el Crucificado !”. “Mi fórmula para expresar la grandeza del hombre es amor fati [amor al destino]: el no querer que nada sea distinto, ni en el pasado ni en el futuro ni por toda la eternidad. No sólo soportar lo necesario y menos aún disimularlo –todo idealismo es mendacidad frente a lo necesario- sino amarlo.. ”.
Lo que quiere Nietzsche de nosotros es que seamos una roca en medio del temporal, impasibles, duros, inflexibles, pero a la vez, apasionados, amantes de la nada y el todo, o sea, inhumanos. Ni espera ni esperanza, como diría Pedro Laín Entralgo; porque sin lo uno ni lo otro, nuestra humanidad se deshace; he aquí la apuesta que nos propone Nietzsche. El instante como eternidad, lo que quieras que sea para siempre, nos desafía sabiendo que queremos ser como dioses, pero nos falta algo, el amor fati del que nos habla. La vida y la muerte como caras de este proceso sinsentido de esta nada que Schopenhauer intuyó y Nietzsche nos desafía a ir más allá.
Al final de este recorrido, cabe plantearse la pregunta que se hace E.Colomer: “¿Toda está impugnación de la metafísica tradicional, supone que estamos delante de un auténtico antimetafísico? La respuestas es que no. El ser es entendido por Nietzsche como fluidez, movimiento, vida. ¿Se puede pensar contra la razón que este mismo pensar se cuestiona?
Bibliografía:
(1) Eusebi Colomer.- “El pensamiento alemán de Kant a Heidegger”. Vol.III. Ed. Herder. Barcelona, 1990.
(2) José Luis Villacañas.- Historia de la Filosofía Contemporánea. vol. 6. Ed Akal. Madrid, 1997.
(3) Montinari,Mazzino.- Lo que dijo Nietzsche. Ed.Salamandra,Barcelona,2003.