" Para los filósofos no hay tarea más difíciles que la de descender del mundo de las ideas al mundo real. La realidad inmediata del pensamiento es el lenguaje. Y como filósofos ha conferido existencia autónoma al pensamiento, se ha visto obligados a convertir el lenguaje en un reino autónomo. Éste es el secreto del lenguaje filosófico, en el que las ideas tienen, en cuanto palabras, un contenido propio. El problema de descender del mundo de las ideas al mundo real viene, pues, a identificarse con el problema de descender del lenguaje a la vida..
Los filósofos no tendrían más que retrotraer su lenguaje al lenguaje ordinario, del que lo han abstraído, para darse cuenta de que el suyo no es sino el lenguaje deformado del mundo real, tomando así buena nota de que ni las ideas ni el lenguaje forman un reino aparte; unas y otro son simplemente manifestaciones de la vida real”.[1]
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El fragmento viene a cuento, por la crítica que se hace a la filosofía analítica y su vía terapéutica para resolver los problemas de sentido o mejor del sinsentido de la metafísica. Que Marx haya expuesto “un programa postfilosófico” ( Jacobo Muñoz) nos dice muy poco de los enredos en los que la filosofía analítica –John Wisdom- se instaló por las obsesiones cientificistas y el afán de disecar el lenguaje. El Wittgenstein del Tractatus, también se perdió en esa senda. Su isomorfismo entre lenguaje –científico- y la realidad es una quimera. Por ello pudo decir: “El sentido todo del libro podría, en cierta medida, resumirse así: lo que puede ser dicho, puede ser dicho con total claridad y sobre lo que no cabe hablar se debe guardar silencio” (Tractatus, Prólogo*, pág.5). El propio Wittgenstein abandonase tales tesis en una segunda fase de su evolución filosófica, permite entrever las críticas vertidas por Marx, siguen siendo oportunas, y deberían ser más tenidas en cuenta en la órbita filosófica.