"En Hobbes aún me sigue atrayendo todo: su valentía espiritual, la valentía de un hombre lleno de miedo; su soberana erudición que, con un instinto sin par, siente lo que debe confrontar dentro de sí y lo que debe dejar de lado porque está vacío y agotado; su reserva, que le permite guardar para sí, durante decenios, pensamientos maduros y vigorosos, decidir él solo el momento adecuado para ellos, sin dejarse influenciar ni enternecer; la alegría ante este círculo cerrado de enemigos que lo rodean, él, que es su propio partido, que deja que algunos se imaginen que pueden utilizarlo, pero que sabe defenderse contra cualquier abuso, y que, sin pretender nunca el poder rastrero, sólo hace exactamente lo necesario para que sus pensamientos sean escuchados; su constancia entre toda la vivacidad y frescura de su espíritu; su recelo ante los conceptos -¿qué otra cosa es su "materialismo"?-, y también su longevidad. A veces me pregunto si en mi atracción por él no desempeña un papel exagerado esos noventa y un años que vivió. Pues con los resultados de su pensamiento en cuanto tal no estoy casi nunca de acuerdo: su superstición matemática no me dice nada, y su concepción del poder es justamente la que yo aspiro a destruir.
Pese a lo cual, confío en él; los procesos de su vida y de su pensamiento me parecen auténticos. Es el adversario al cual escucho; jamás me aburre, y admiro la concisión y la fuerza de su lenguaje. La superstición conceptual de algunos filósofos posteriores me resultan mil veces mas desagradable que su superstición matemática. Yo confío en él y en sus años. Deseo para mi, es cierto, tantos años como los que él vivió, pues ¿cómo podría yo de otro modo llegar a tener la misma constancia, confirmar y corroborar mis experiencias fundamentales?; esas vivencias son hoy las mismas para todo el mundo, sólo hay que dejarles tiempo para que lo penetren a uno por completo*." (pág.190-1)