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El cristianismo y la filosofía

El cristianismo no tiene estructura  intelectual, sino que consiste en la fe en un  hecho singular, ocurrido en  una ocasión, por decisión libre de Dios, y sin más explicación posible que un amor, y no una razón. Que Dios se haga un hombre, en un instante histórico, no  es  algo formulable lógicamente, sino  narrable, y no demostrable, sino creíble.


1. Visión general de la fe y la ética cristiana. 

Como su nombre indica, la fe cristiana esta relacionada específicamente con Jesucristo. Puede decirse que se basa en dos supuestos.

*  El primero es la realidad de Dios. Pero cuando se plantea el interrogante ¿qué tipo de Dios? (pues en la historia humana ha habido muchos y diversos dioses),

* el segundo supuesto es que Dios se revela en el ministerio de Jesucristo. Este nombre ha llegado a ser de uso común, aunque el término Cristo está arraigado en la fe judía en la que éste vivió. Se refiere a un esperado Salvador que habría sido enviado por Dios para enderezar el mundo. Los primeros cristianos fueron aquellos judíos que creían que esto había sucedido en el sacerdocio de Jesús.

Al contrario que las diversas religiones mistéricas vigentes en el Imperio Romano en la época de Jesús, la fe judía es de carácter vigorosamente ético. Así, no es sorprendente que la fe cristiana también tenga un fuerte cariz ético. Sus orígenes se encuentran en primer lugar en la Biblia. Según la fe cristiana, el Antiguo Testamento prepara y se consuma (aunque también en muchos aspectos se niega) en el sacerdocio de Jesús. El Nuevo Testamento se concibe como un testimonio de la vida, muerte y triunfo de Jesús sobre la muerte, y también de la nueva comunidad, el Pueblo de Dios, que se formó a resultas de su sacerdocio. Las experiencias acaecidas tras su muerte animaron a sus discípulos mas íntimos a rendir culto a Dios mediante él, algo extraordinario para que lo hiciesen judíos estrictamente monoteístas; y está es la razón por la que comúnmente la Iglesia cristiana termina las oraciones con la expresión "por Jesucristo nuestro Señor". Sin embargo, incluso el termino “resurrección” que utilizaban los cristianos para interpretar el triunfo de Jesús sobre la muerte está tomado del judaísmo de los últimos siglos de antes de nuestra era.



Inicialmente las tradiciones acerca de Jesús se transmitieron por vía oral a las congregaciones cristianas y en el seno de estas,y de la manera apropiada a su situación. Mas tarde se incorporaron a los cuatro evangelios,cada uno de cuyos autores tiene su posición teológica. Marcos es el primero, y escribe unos cuarenta años después de la muerte de Jesús. Antes de esa época tenemos las Cartas de San Pablo a diversas Iglesias, varias de las cuales fundó el mismo.Estas cartas reflejan su comprensión básica de la fe y la ética cristianas, y ofrecen su respuesta a problemas éticos específicos que se habían planteado en la vida de estas jóvenes Iglesias.

La Iglesia tardo tres o cuatro siglos antes de dejar claro que libros consideraría incluidos en el Canon (o Regla) de las Escrituras, y por lo tanto de la Biblia que conocemos hoy día. Las fuentes de la ética cristiana también incluyen así la tradición de reflexión ética de la comunidad de la Iglesia a lo largo de los siglos, al hilo de su toma de posición frente a las cambiantes situaciones a las que hizo frente. Y los propios datos de estos problemas se convirtieron en otra fuente de la etica cristiana. A todos ellos subyace la conciencia (o facultad de razonamiento sobre cuestiones éticas) que los cristianos comparten con todos los seres humanos.

El cristianismo, que comenzó como un movimiento de reforma, asociado a una figura carismática de la campiña judía, rápidamente se convirtió en un movimiento predominantemente urbano al difundirse a lo largo de las grandes vías del Imperio Romano. Pronto ceso la influencia judía directa (particularmente tras la caída de Jerusalén en manos de Roma en el 70 CE) y aumento la de la cultura helenística dominante, con su legado de la filosofía y la ética griega. Tras la caída de la propia Roma cuatro siglos después, el cristianismo se convirtió en heredero del desmoronado Imperio Romano, y con el tiempo se integro íntimamente en las instituciones de una civilización, la civilización europea y la de sus extensiones posteriores en el "nuevo mundo". En la actualidad el cristianismo se ha difundido en todo el mundo y esto plantea nuevas cuestiones doctrinales y éticas.


2. Jesús*

Lo decisivo del mensaje de Jesús es la noticia gozosa de una nueva libertad: no dejarse dominar por el ansia de dinero y de prestigio, por la venta de poder, por el apetito sexual y por el afán de gozos y placeres, sino ser libre para Dios y para los hombres. El hombre no tiene por eso que convertirse en una asceta; sabido es que Jesús asistió a banquetes. Pero el hombre tampoco debe limitarse egoísticamente a persigue sus intereses y a satisfacer sus necesidades.

Lo que importa es vivir conforme a la voluntad de Dios con el pensamiento puesto en el reino de Dios y no perder de vista el bien del prójimo: no cree sojuzgarlo sino tratar de servirle. Una nueva solidaridad con los débiles, los pequeños y los pobres. Practicar la bondad y el perdón. Un mensaje de no violencia, de misericordia de paz

La fuerza de su mensaje tiene que ver con su dramático destino, que alcanzó su punto culminante en la ciudad santa de Jerusalén.

El judío Jesús no anuncia un estado teocrático judío ni tampoco la creación de la Iglesia. Si no el reino de Dios venidero, con sus promesas y sus normas. Sin embargo, su mensaje su modo de obrar de llevan a una confrontación con el establishment político-religioso: un conflicto vida o muerte. Es demasiado radical su crítica de la religiosidad tradicional y del ejercicio del poder de los gobernantes. Es demasiado liberal su interpretación de la ley religiosa, del sabbath, de los preceptos sobre la pureza y la comida. Es demasiado escandalosas su solidaridad con los pobres, con los miserables, con los “pobres diablos”: Jesús se compadece del pueblo. Es demasiada  la tolerancia que muestra, para escándalo de los piadosos, con los transgresores de la ley, con los “pecadores”. En el caso concreto, perdón sin límites, renuncia sin contraprestación, servicios y la aceptación de personas: a eso apuntan sus parábolas y sus obras.

Es bien conocido el terrible final, y la iglesia del Sepulcro evocar todo eso: murió siendo un joven de poco más de 30 años, después de la vida pública asombrosamente breve de un máximo de tres años o tal vez sólo de unos meses. Traicionado y negado por sus discípulos y sus seguidores. Zaherido y escarnecido por sus adversarios. Abandonado por Dios y por los hombres. Sufre la muerte más atroz, una muerte que, según la justicia romana, no puede aplicarse a los delincuentes con ciudadanía romana. Sólo mueren  así  los esclavos evadidos y los rebeldes políticos: en el patíbulo de cruz. La última señal de vida del torturado: un grito. Desde entonces, la cruz es el signo distintivo de los cristianos. Y es la cruz lo que  les hace posible superar lo negativo de la vida humana y de la sociedad: el sufrimiento, la culpa, la falta de sentido y la muerte.

Ya en vida, Jesucristo, esa gran figura  profético-entusiástica, había reclamado para sí, sin funciones ni títulos, sólo con palabras y curaciones, unos poderes que iban más lejos  que los de un rabí  o un profeta. Muchos veían en él al Mesías. Él ser remitía al mismo Dios, a quien osaba  llamar, con una escandalosa confianza, “abba”(“querido Padre”). La comunidad primitiva, llevada de sus vivencias de resurrección, lo llama “Hijo de Dios”, un título que en tiempos pasados había estado reservado a los reyes de Israel.

El crucificado es la gran señal de esperanza en una vida eterna, como dice la primera profesión de fe al comienzo de la Epístola a los Romanos: “Él fue constituido Hijo de Dios con poder por su resurrección de entre los muertos” (Rom 1,4). Pero también es un hecho histórico que la afiliación divina de Jesús se convirtió en una señal de desunión, primero entre cristianos y judíos, después entre cristianos y musulmanes. Una tragedia de la historia de las religiones.

Seguramente el no hay otro lugar el mundo en el que la divergencia entre el judaísmo, el cristianismo y el islam se sienta con tanta intensidad como precisamente aquí en Jerusalén. Sin embargo las tres grandes religiones tienen en común más que lo que las separa:
1.- Las tres, judaísmo, cristianismo e islam son religiones de fe: creen en el Dios uno; y también los cristianos árabes dan a Dios a nombre de Allah.
2.- Las tres tienen carácter histórico: no piensan en categorías de ciclos cósmicos, sino que toman la creación de Dios como punto de partida y esperan la consumación del mundo y de la vida humana.
3.- Las tres han sido acuñadas por grandes figuras proféticas: no son religiones místicas sino proféticas en sentido histórico.
4.- Las tres han consignado su mensaje en libros sagrados: son una especie de religiones del libro.
5.- Las tres tienen una ética básica común: grandes preceptos de carácter humanitario, que ellas entienden como expresión de la voluntad de Dios.(1)
cristo



El nervio de la enseñanza va en pos del olvido de uno mismo que da lugar a una bondad de la que uno no es consciente. Jesús se pronuncio severamente en contra de la bondad consciente de si misma, como señalamos al referirnos a Lucas 18:9 ss. Las recompensas de que hablo Jesús no pueden derivarse de su búsqueda directa. En realidad, perseguir conscientemente el desinterés es autocontradictorio. No se puede perseguir el olvido de si mismo.

Es de señalar que Jesús no ofreció una normativa precisa sobre cuestiones éticas detalladas. Cuando le preguntaron que tributo se debía dar al Cesar (Mat. 22:25 ss.) dijo que había que dar a Dios lo que era de Dios y al Cesar lo que era del Cesar, sin decir que se debía a cada uno de ellos. No se pronuncia sobre la guerra, sobre la pena capital, el juego, la justicia, la administración de la ley, la distribución de bienes, el socialismo, la igualdad de rentas, la igualdad de sexos la igualdad de color, la igualdad de oportunidades, la libertad, la esclavitud, la autodeterminación o la contracepción. El ir en favor de todas estas cosas no tiene nada de cristiano, como tampoco ir en contra de ellas, si entendemos por "cristiano" lo que enseño Jesús de acuerdo con los evangelios sinópticos (2).


Bibliografía:

* Para determinar el alcance de la figura de Jesús, nada mejor que acercase al estudio de Javier Gomá Lanzón, en su Necesario pero imposible (2013),que cierra su monumental Tetralogía de la ejemplaridad -ed. Debolsillo, Barcelona, 2019-. En esta obra, se hace una puesta acerca de la supervivencia más allá de la muerte, como se ejemplifica en la muerte y resurrección de Jesús.

(1) Hans Küng, En busca de nuestras huellas. La dimensión espiritual de las religiones del mundo. ed. Debolsillo, Barcelona, 2005.

(2) VV.AA. Historia de la Ética. Vol I. J.Gómez Caffarena. El cristianismo y la filosofía moral cristiana.ed. Crítica, Barcelona,1988.

Dialéctica y fe (Filosofía Medieval)

El problema de la relación entre la fe y la razón.

Los siglos pasan y llega un momento que cuando miramos hacia atrás nos resulta difícil comprender ese pasado remoto. ¿Qué sucedía en el año mil? Lo que sabemos es siempre fragmentario, interpretable, cuestionable. La construcción del saber en esa época remota es esencialmente escasa y pobre. Las condiciones de vida de las clases bajas: libre, vasallo y siervo, eran extraordinariamente extremas. Además, las técnicas de cultivo eran precarias en grado sumo, había pocas especies, pocos abonos y demasiado barbecho (1). El resultado eran unas cosechas paupérrimas que provocaban la aparición periódica de hambrunas y su cohorte de males. La brutalidad y la arbitrariedad eran la norma de conducta de los señores. No existían aún construcciones jurídicas sólidas, ni estructuras políticas. Todo era confuso, elástico, amorfo. Lo que es claro es que: "Nulle terre sans seigneur"; ninguna tierra sin señor (2). Y éste luchará hasta la muerte para afirmarse en su tierra. Se dirá que dos principios informan el feudalismo: la tierra y la espada.

Al terminar de caer el Imperio romano (Occidente) se había desintegrado la civilización -en sentido de ciudad-,y por tanto la cultura. La huida al campo se hizo inevitable: se vive en espacios de corto horizonte,con economía autárquica o de trueque. El gran refugio de la cultura -y aún de la agricultura- está en los monasterios,que por la anticlásica dignificación del trabajo aportada por san Benito (ora et labora),pueden organizar y educar comunidades que incluyen una verdadera aldea a su alrededor,más adelante regida al son de campana. En ellos se conservan tesoros del saber -por ejemplo,entre los irlandeses,a salvo de los hundimientos por las invasiones,no deja de haber quien sepa leer griego-,y existe toda una línea de actividad de copia,comentario y ornamentación de los códices del pensamiento cristiano. 

¿Y que pasa con el saber? Pues ese saber se había concentrado en las escuelas conventuales y las escuelas episcopales. En el siglo X el saber era, según Ortega y Gasset: "Pobre, misérrima era la ciencia de estos siglos, y esos nombres que la lejanía ha convertido en ciclópeas acumulación de saber, Teodulfo, Alcuino, Gerberto, pierden no poca parte de su valor si nos acercamos a ellos y pasamos la vista por sus libros y sus controversias. Hay, pues, que no olvidar la relatividad de todas las cosas humanas al hablar de los sabios de la Edad Media"(3).

Pero hay que esperar más de cuatro siglos para que este esfuerzo cobre relieve en nuestra historia, con el llamado renacimiento carolingio (s.VIII-IX), cuando empieza la escolástica, ya no sólo enlas escuelas monacales, sino en la escuela de palacio -también eclesial,por supuesto, pero basada en el poder civil-. Destaca en esta etapa Alcuino de York que establecerá los planes de estudio: el trivium,las letras (gramática, retórica y dialéctica),y el quadrivium, las ciencias (geometría, aritmética, astronomía y música).

"La distinción entre artes liberales, aquellas que sirven al hombre libre para encontrar la ciencia y el conocimiento per se, y artes mecánicas y serviles, aquellas que sirven al hombre para ganar su sustento y que tienen una finalidad puramente económica, proviene de la antigüedad, concretamente de Varrón, aunque encontramos precedentes en Quintiliano. En cualquier caso, el término fue empleado sobre todo en la escolástica medieval para designar a las diferentes ramas del conocimiento que fueron enseñadas en las escuelas catedralicias de aquel tiempo (1). 

La controversia acerca de la preponderancia de la razón sobre la autoridad de la fe, o de la fe sobre la razón, o entre dialéctica y mística, se había planteado ya en los tiempos de los apologistas del cristianismo con dos posturas irreconciliables. 

Para unos, la razón humana, herida y debilitada por el pecado,nada podía, abandonada a sus propias fuerzas -sólo por la razón humana-,en orden a la consecución de la verdad; como nada podía la voluntad en orden a la práctica del bien sin la ayuda de la gracia; 

para otros, la razón no sólo se mueve con seguridad en la esfera de las verdades naturales, sino que es capaz de penetrar en el orden sobrenatural y descubrir y comprender por sí misma los más altos misterios de la revelación.

San Agustín, por no ser un filósofo en sentido estricto, no se preocupó jamás de trazar fronteras entre la razón y la fe, ya que pensaba que ambas tenían como misión el esclarecimiento de la verdad que,como creyente, identificaba con la fe cristiana. El objetivo, por tanto,era tratar de comprender la verdad cristiana con la colaboración tanto de la razón como de la fe, según un itinerario espiritual en el que, primero, la razón ayudaba al hombre a alcanzar la fe, luego la fe orientaba e iluminaba a la razón y, finalmente, la razón contribuía al esclarecimiento de los contenidos de la fe.

A principios del siglo XI resurgió el problema de las relaciones entre la fe y la razón con la controversia entre dialécticos y antidialécticos,y continuó en el siglo XII con la oposición entre racionalistas y místicos. Los problemas entre dialécticos y antidialécticos tienen como horizonte la falta de contenidos de las artes "reales" (ausencia salvo un fragmento del Timeo de la filosofía griega) hace que la dialéctica no tenga otra materia (para su estudio) que el mundo de la fe y del dogma. En esta dialéctica antiteológica cabe situar errores heréticos, sobre la eucarístia de Berengario de Tours (*1088), o el "triteismo" -Padre, Hijo y Espíritu Santo-( S. Anselmo: «Oigo y apenas puedo creerlo que el clérigo Roscelino (1050-1120), afirma que las tres personas en Dios son tres cosas separadas entre sí, como lo son tres ángeles, aunque tengan una sola voluntad y un solo querer» (PL 158,1192). Citado al Conc. de Soissons en 1092, fue condenada su doctrina. Los teólogos antidialécticos, entre los que cabe destacar a San Pedro Damiano (1007-1072) rechazan la pretensión de la razón para alcanzar los misterios de la fe ya que la razón ha de ser sierva de la fe(4). 


Abelardo y Eloísa



San Anselmo 

Hay hombres que adoptaron una posición conciliadora -vía media-, como San Anselmo (1033-1109) y Abelardo(1079-1142). La solución anselmiana al problema se hizo célebre bajo la fórmula "fídes quaerens intellectum", es decir, "la fe busca al entendimiento" para hacerse inteligible. Frente al antiguo "creo porque es absurdo" (Lactancio), San Anselmo pretende creer para entender, aunque llevará esta postura demasiado lejos al pretender hacer demostrable y comprensible todo contenido de fe y al tratar de unificar filosofía y teología sin indistinción, al estilo agustiniano.

San Anselmo,en su intento de buscar en la fe una explicación que satisficiera a la razón, cree encontrarla en una argumentación que se conoce con el nombre de argumento ontológico. Según este argumento, la existencia de Dios,que la conocemos mediante la fe, también puede ser conocida a través de la razón. En síntesis, el argumento trata de identificar a Dios con el Ser, solamente Dios, es verdaderamente Ser. Si Dios es el ser absoluto, sería una imperfección que dicho ser, solamente existiera en el pensamiento y no en la realidad, por tanto, si Dios es lo sumamente perfecto, entonces Dios debe existir. Tal argumentación sería posteriormente utilizada por otros autores, especialmente, en el siglo XVII, Descartes y en el siglo XVIII, por Kant, aunque éste para criticar dicho argumento, posteriormente, en el siglo XIX, Hegel volverá a hablar de él.

El problema de las relaciones entre la razón y la fe volverá a plantearse agudamente en el siglo XIII a consecuencia de la llegada del aristotelismo a Occidente y de la teoría averroísta de la doble verdad. La más eminente respuesta al problema la dio Santo Tomás de Aquino (1224-1274) sobre bases muy distintas de las que había partido el agustinismo, es decir a partir del aristotelismo. Para Santo Tomás había, por tanto, una neta distinción entre razón y fe, sin mengua de una armónica relación entre ambas. La razón y la fe tienen objetos, métodos y criterios distintos,y cada una en su propio campo es autónoma y autosuficiente. Pero no puede haber contradicción entre razón y fe, ya que Dios es autor y origen de toda verdad, tanto de la verdad natural como de la sobrenatural. La razón ayuda a la fe demostrando aquellas verdades que son supuestos necesarios del hecho de la revelación, ilustrándola, defendiéndola y refutando los argumentos que se presentan en contra, y mostrando la posibilidad racional de los misterios. La fe ayuda a la razón adelantándose a ella para la segura posesión de urgentes verdades que son necesarias para orientar la vida humana en sus propios fines, confirmando con la autoridad divina esas mismas verdades para depurarla de errores, y sirviendo de criterio extrínseco de corrección, cuando la razón del creyente yerra.

Así,pues, Tomás de Aquino, establece la distinción entre filosofía, teología natural y teología dogmática. Tomás de Aquino establece una idea de principio: no puede haber contradicción entre las verdades que la razón proporciona y la teología. Según el Aquinatante, el fin último del hombre sólo puede conocerse desde la óptica de la teología dogmática. Mientras que hay verdades que la razón puede alcanzar -demostración de la existencia de Dios- y constituye la teología natural, otras como el misterio trinitario que supone la necesidad de la teología dogmática o sobrenatural.

El problema de las relaciones entre la fe y la razón continuó siendo una cuestión fundamental en el pensamiento del siglo XIV. El averroísmo latino afirmó la teoría de la doble verdad: había sostenido que la razón y la fe ofrecen informaciones no sólo distintas, sino también contradictorias sobre los mismos contenidos, como por ejemplo acerca de la inmortalidad personal o el origen del mundo. Santo Tomás rechazó esa propuesta, ya que la verdad era única, y la razón y la fe no podían mantener afirmaciones incompatibles; sus afirmaciones sobre contenidos comunes no debían ser contradictorias,y las relaciones entre ambas debían ser armónicas. El criticismo del siglo XIV eliminó esta zona de coincidencia entre razón y fe. Para Guillermo de Ockham razón y fe eran fuentes distintas con contenidos también distintos. La razón va a ser un asunto exclusivamente humano(4). Aquellas proposiciones que Santo Tomás consideraba comunes a la fe y a la razón son consideradas ahora como indemostrables racionalmente y, por tanto, como objeto de fe religiosa exclusivamente. De este modo, el ámbito del conocimiento racional quedaba notablemente libre de ataduras. La paradoja de Ockham es que da prioridad a la fe sobre la razón, pero libera a ésta para poder desplegar sus potencialidades en el orden de la naturaleza. 




Bibliografía:

(1) José Ortega y Gasset. OC. vol.I.Los terrores del año mil. Crítica de una leyenda. 

(2) Idem.

(3) Idem.

(4) F.Canals Vidal. Historia de la filosofía medieval. Ed.Herder.Barcelona, 1980. 

Chistes para ilustrar problemas filosóficos (VIII)


RAZÓN CONTRA REVELACIÓN

La filosofía griega será sustituida por el pensamiento cristiano. Simplificando mucho las cosas, la controversia entre razón y revelación será uno de los caballos de batalla de índole filosófica durante la Edad Media. Todos los autores nos hablarán de esta relación. Volviendo a simplificar, habrá tres tesis centrales: La primera rechazará de plano la razón, pues, la fe es suficiente,pues, después del pecado original, la razón es ciega ante los misterios de Cristo. La segunda, será proclive a un entendimiento entre ambos planos, las figuras de San Agustín, Anselmo, Tomás de Aquino, son ejemplos de esta vía. La razón es capaz de alcanzar determinada verdades que no son contradictorias con las enseñanzas del evangelio. La tercera vía, serán aquéllos que rechazan la fe, en tanto que la razón es capaz de alcanzar por sus propias fuerzas los contenidos de la fe.


Abelardo y Eloísa


"¿Cómo podemos pues saber algo, si en realidad no sabemos nada?

Durante la Edad Media, la cuestión de si la revelación divina triunfa sobre la razón como fuente del conocimiento humano, o viceversa, estaba de lo más candente.

Un hombre se cae a un pozo muy profundo y baja cien metros a plomo antes de poder agarrarse a una rama que sobresale y detiene su caída. Va perdiendo fuerzas, cada vez le resulta más difícil sujetarse y, en su desesperación, grita:
—¿Hay alguien ahí?
Mira hacia arriba y sólo logra ver un círculo de cielo. De pronto, se abren las nubes y surge un haz de luz que le ilumina. Se oye el rugido de una voz profunda que dice:
—Eh, tú, soy el Señor, suéltate de la rama, que te salvo.
El hombre pondera por un momento sus palabras y grita:
—¿Hay alguien más?*"


*  Thomas Cathcart y Daniel Klein, Platón y un ornitorrinco entran en un bar... La filosofía explicada con humor. Trad. Núria Pujol Valls, Editorial Planeta 2ªed. Barcelona, 2008.


David Hume (V)

La ética en Hume.


6.1.Hume: Los principios morales (3).

En su obra "Investigación sobre los principios de la moral", Hume parte de las distinciones moral que todos nosotros utilizamos a diario. Decimos que esto es bueno, y aquello malo, pero ¿qué quiere decir que esto es bueno o malo? La respuesta que nos proporciona resulta llamativa, porque según él, una acción o una cualidad mental es virtuosa sólo estamos diciendo que su contemplación suscita en nosotros un sentimiento de aprobación o rechazo. ¿De dónde surger estos sentimientos? La respuesta se halla en nuestra propia naturaleza humana. En su ensayo "El escéptico", nos dirá: "no hay nada en sí mismo estimable o despreciable, deseable u odioso, bello o deforme; sino que todos estos atributos surgen de la estructura particular del sentimiento y el afecto humano". Así, pues, no hay una realidad objetiva que sea buena o mala, sino que estos sentimientos son relativos a nuestra peculiar naturaleza.


¿Qué cualidades aprueban o estiman todos los hombres? La respuesta curiosamente se halla en un examen introspectivo "entrar en nuestro propio pecho" y preguntarse qué cualidades desearíamos que nos fuesen atribuidas. Las cualidades se dividen en cuatro:

1) Cualidades útiles a los demás (integridad, la justicia, la veracidad, la lealtad, etc.)
2) Útiles a la misma persona que las posee (la prudencia, la laboriosidad, la constancia, etc.)
3) Inmediatamente agradables a las demás personas (la cortesía, la corrección, la agudeza y el ingenio, etc.), y
4) Inmediatamente agradables a su poseedor (la alegría y el humor, en la delicadeza de gusto, etc.)

Todo aquello que resulte inútil o desagradable para los demás o para la persona que posea las cualidades habrá que colocarse, por el contrario, en el catálogo de los vicios.

La trilogía: Alegría, felicidad y gentiliza son las armas del reenganche virtuoso que propugna Hume y ante tal trilogía, ¿quién puede resistirse? La virtud nos dirá lleva en sí misma su propia recompensa. En toda descripción -cualidades morales- viene de consuno la dimensión normativa. Su visión de la virtud no depende de la existencia de Dios, es una visión puramente secular. Rechazará por consiguiente, la moral que se sustenta en la divinidad. Las virtudes cristianas, le parecen contraproducentes y van contra los propios intereses de la naturaleza humana. Dirá que tales "virtudes" son desagradables e inútiles (la castidad, por ejemplo).



Hume no es un J.Swift (1667-1745), ni un B.Mandeville (1670-1733), el primero, una mirada crítica e irónica, que frente a la pobreza propone soluciones imaginativas: ante las hambrunas repetidas en su Irlanda natal propone como sistema que nos comamos a los niños, porque de esta forma- utilitalista-, solventaríamos el problema del hambre, y el problema de una superpoblación condenada a la misería. Sin embargo, la solución no está en la brutal explotación de Inglaterra contra la pérfida y católica Irlanda que era mera finca de la Corona británica, afirma la necesidad de una mirada cristiana para solucionar los problemas, mientras que el segundo, se limita a constatar la paradoja de que los vicios privados son fuente de virtudes públicas,la paradoja la explica través de la fábula de las abejas, y nos dice que si en ésta entrase la manía de las virtudes cristianas, el resultado sería la miseria. Hume, como buen ilustrado, aspira a través de la tolerancia a una sociedad más feliz y humana.

Así, pues, la religión crea sus propias reglas morales, que debilitan la virtud propia de nuestra naturaleza humana. En este contexto, Hume analiza un tema que es paradigmático del abismo entre la moral religiosa y la moral laica: el suicidio.

El suicidio entiende que se trata de un asunto que afecta a dos polos: por una parte a la felicidad de los individuos y por otra, al conjunto de la sociedad. Cuando el dolor y la desgracia rodean o amenazan a una persona hasta el punto que llega a sentir odio por la propia vida; cuando la edad o la enfermedad convierten la propia existencia en una pesada carga peor que la aniquilación, ¿puede alguien dudar de que el suicidio está de acuerdo con el propio interés? Si estas preguntas conciernen al individuo, ¿está de acuerdo con los intereses de la sociedad? Aquí Hume fábula con una historia de abnegación y heroísmo: si un patriota fuese detenido y sometido a torturas para delatar a sus compañero de conspiración, ¿puede dudarse que al suicidarse estaría obrando de acuerdo con el interés público?, ¿No sería por ello elogiado?

Hume reflexiona sobre una sociedad secularizada, donde la apelación a Dios como guía de nuestras acciones es inútil o contraproducente. Solo estamos nosotros, nuestros sentimientos egoístas y la simpatía que nos hace sentirnos miembros de una comunidad. Hume no se hace demasiadas ilusiones: "para un filósofo e historiador la locura, imbecilidad y maldad de la humanidad deberían aparecer como sucesos normales" (New Letters).

Bertrand Russell: Fars de llum en mig de les tenebres (I)

  "Aquells les vides dels quals són fecundes per a ells mateixos, per als seus amics o per al món estan inspirats per l'esperança i...