Leyendo, el libro d’en Víctor Gómez Pin, El honor de los filósofos, hay en el capítulo denominado De Hipaso a Téano: Narraciones pitagóricas (págs. 261-282), una muy interesante controversia acerca de Hipaso, a propósito de la idea de irracionalidad.
Los pitagóricos son un movimiento de largo aliento que afirmará contra el sentir común, que el principio (arjé) de las cosas, no es ni el agua, ni el aire, ni el fuego, sino que son los número. Esta afirmación, pone a los pitagóricos, en una posición extraña, Aristóteles, nos dira lo siguiente de ellos: “(...), los llamados pitagóricos se dedicaron antes que nadie a las matemáticas, las hicieron progresar e, influidos por su educación en ellas, pensaron que sus principio serán también los de todos los seres. (...) Por todo ello, los pitagóricos suponían que los elementos de los números eran asimismo los de todos los seres y que el firmamento entero era armonía y número. “ (Aristóteles, I, cap.5, 58-59)
Hipaso (500 a.C), dará un paso impensable dentro del contexto pitagórico. El pitagorismo (V-IV a.C) también era una comunidad o secta, donde se regían por unos principios estrictos, uno de los cuales era guardar silencio acerca de sus saberes. La figura de Pitágoras (VI-V a.C) es legendaria y no queda nada ningún escrito. Es Filolao quien transmite la doctrina pitagórica.
Hipaso de Metaponto fue repudiado por su comunidad. Hay diversas leyendas acerca de su final (trágico). ¿Qué hizo Hipaso?
Hipaso, descubrió que incluso, en el orden “racional” también se escondía lo “irracional”, así: “Si los lados a y b miden uno, la hipotenusa h mide raíz cuadrada de dos. (...) No vale la respuesta 1.4142145... que nos ofrece una calculadora. Ha de tratarse de una fracción con numerador y denominador enteros. (...) Supuso que tales números p y q ya habían sido encontrados, y en base a tal hipótesis llegó a una evidencia inesperada: p y q encerraban una contradicción interna, a saber, siendo primos entre sí, a la vez eran ambos múltiples de dos. Como la contradicción en matemáticas no es tolerable, la conclusión es que no cabe asignar una magnitud determinada a la hipotenusa”. (pag.267).
Hipaso de Metaponto, del cual poco sabemos, hizo honor a ese lema propio de los filósofos: la verdad vale más que la vida. No se limitó a callar, propio de la secta pitagórica, sino que tuvo la osadía de publicitarlo, enemistándose con ellos. Sobre el final de nuestro héroe, Gómez Pin nos cuenta lo siguiente: “una de las versiones nos dice que, tras ser expulsado de la escuela, Hipaso es conducido a un barco y arrojado al agua por sus condiscípulos; en la segunda versión (...) había hecho que su razón declinara, “sumergiéndose en el mar del devenir”. Nuestro autor se inclina por la primera versión, pero como dice él “con un matiz” (pág.270).
Se lo imagina intentando razonar con sus compañeros, que “el peligro no residía en la irracionalidad, sino en la tentativa vana de clausurarla, que este rechazo era lo potencialmente letal” (pág.270), quiere imaginar que ante la negativa a oír lo que les ha dicho, se sumergiera voluntariamente en el mar.
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