1. Introducción.
La comprensión de la idea de cultura como "cultivo" de capacidades humanas y como resultado del ejercicio de estas capacidades según ciertas normas, tiene su origen en el mundo griego. Éstos distinguieron entre "el estado de natura" (naturaleza) y el "estado de cultura" (civilización); los sofistas (s.V-IV a.C) hicieron famoso el contraste entre lo que es "por naturaleza" (physis) y lo que es por convención (nomos). En la época helenista (s. III a.C.) los cínicos proclamaron lo natural como superior a lo cultural que consideraban como signo de decadencia. Los estoicos afirmaron que seguir la vía de la Razón era seguir los caminos trazados por la Naturaleza.
Cuando se habla de Naturaleza y cultura es para los siguientes propósitos:
1) Distinguir entre dos aspectos de la realidad: la no humana y la humana.
2) Distinguir entre dos aspectos en el ser humano: el natural y el cultural o espiritual.
Ambos pueden ser interpretados ontológicamente o metodológicamente. En la interpretación ontológica -grado de realidad- se supone que naturaleza y cultura son ámbitos de realidad diferentes. En la interpretación metodológica se supone que naturaleza y cultura pueden formar una especie de "continuo", pero que conviene usar métodos diferentes para cada uno de esos aspectos. Así, por ejemplo, la naturaleza se describe con leyes, mientras que la cultura se describe con interpretaciones y valoraciones. De ahí, las diferencias entre las ciencias de la naturaleza, donde impera la unanimidad, frente a la diversidad de interpretaciones alrededor de las ciencias sociales.
Según Ortega y Gasset (s.XX), la cultura es una tabla de salvación en el mar sin fondo de su existencia, esta tabla le permite transformar la inseguridad existencial del hombre en un momentáneo sentirse a salvo. Cuando se olvida de que la cultura es precisamente tabla y no construcción aparece los síntomas de decadencia y falta de vitalidad, al estilo de lo que paso en el imperio romano. La cultura debería ser el aguijón que mantiene en tensión a los hombres para no dejarse arrastrar en la inseguridad radical de nuestra condición(1).
2. ¿Qué entendemos por cultura.
Cuando el término se utiliza en antropología, etnología o sociología, tiene un sentido bastante distinto al utilizado corrientemente. Se trata de todo cuanto, en una sociedad determinada, es adquirido, aprendido y puede ser transmitido. La cultura hace referencia, pues, al conjunto entero de la vida social, desde lo tecnológico y las organizaciones institucionales hasta las formas de expresión de la vida del espíritu, todo ello considerado como un orden de valores que dan una cierta calidad humana al grupo. El contexto cultural caracteriza tipos de cultura, es decir, conjuntos de conocimientos, de ideas, de creencias, de normas, de valores y de conductas especificas de cada cultura.
La cultura va acumulando los conocimientos adquiridos en el transcurso de innumerables generaciones; pero también pertenece a la cultura de una sociedad el comportamiento adecuado que hay que seguir en la vida social. La cultura proporciona esquemas de comportamiento, puede recomendarlos o hacerlos obligatorios. El hombre puede pertenecer simultáneamente a varias culturas y desempeñar una función en ellas.
En toda cultura puede haber individuos que de repente dejan de hacer lo que su propia cultura y sociedad esperan de ellos. Incluso las formas de comportamiento, las habilidades, etc., que no se pueden reflejar en el lenguaje, pertenecen también a la cultura respectiva. Según R. Firth, cultura y sociedad pueden ser consideradas como dos caras diferentes de un único fenómeno.
3. El conflicto naturaleza-cultura.
Se puede afirmar con respecto a este conflicto lo siguiente:
1) El hombre es un ser por su naturaleza cultural, social, de modo que su conducta, además de estar determinada biológicamente como el resto del mundo animal -código genético-, en los humanos gran parte de su cultura es aprendida o interiorizada por vía de cultura. El pobre bagaje instintivo del hombre le hace necesitado de una cultura -tabla de salvación de la que hablaba Ortega y Gasset- que le proporcione respuestas. En este sentido lo hábitos son el equivalente de las respuestas instintivas.
2) El hombre es un ser de cultura: un occidental criado y educado entre esquimales es un esquimal/mientras que un esquimal criado y educado entre occidentales es un occidental. En casos extremos, un niño educado entre lobos es un lobo o se comporta como tal. Lo contrario no es cierto.
3) El hombre no es sólo un ser que puede aprender sino un ser que debe hacerlo, pues en caso contrario no alcanza ni siquiera el nivel de desarrollo de los animales. En los humanos el aprendizaje es la mayor parte de su repertorio de conducta. Si el hombre está genéticamente programado, lo está pues, para la adaptación y la apertura. Se podría decir que posee una predisposición a la libertad o la trascendencia.
4) Todo lo anterior está estrechamente unido al lenguaje. Siendo una facultad biológica, sólo se adquiere en sociedad. Razón por la cual no hay sociedad conocida sin lenguaje. Cierto que el mundo animal posee lenguaje, pero no alcanza la dimensión en cantidad y calidad humana, por lo que se sabe.
5) La evolución biológica de la especie a lo largo de milenios aparece sobredeterminada por la evolución cultural (lenguaje, tecnología/pensamiento abstracto), de modo que en el hombre la evolución biológica natural y la social cultural están entremezcladas.
6) La adaptabilidad/plasticidad y capacidad de innovación de los seres humanos son parte integrante de su naturaleza(2).
4. Sentido de la evolución cultural.
La evolución cultural posibilita escapar de nuestra condición de animales, al ofrecernos la posibilidad de trascender lo puramente animal y adentrarnos en lo específicamente humano, es decir, sus realizaciones. Las potencialidades del ser humano son extraordinarias.
Pero, el hombre como especie, nos es más que una de las centenares de criaturas de pueblan nuestro planeta. El ser humano debe tener conciencia de que está atado a la evolución. Estamos en disposición de poder modificar biológicamente funciones anteriormente naturales, pero no podremos luchar contra la dinámica interna de la naturaleza. Está en nuestro poder ayudar a la propia naturaleza a mantener un equilibrio que haga posible una simbiosis entre la naturaleza y las expectativas del progreso humano. El ser humano -y la sociedad como un todo-, tiene que reflexionar sobre el futuro que quiere construirse, y para ello, no es la ciencia sino la reflexión racional y ética quien debería dirigir un debate cada vez más urgente.
5. Actitudes ante la diversidad cultural
5.1.-El etnocentrismo
El etnocentrismo es una actitud que considera el mundo y a los otros desde el prisma de la propia etnia-cuya raíz griega ethos significa pueblo-, y cultura. Todas las culturas se definen etnocéntricamente otorgándose a sí mismas el calificativo de ser la gente, o los hombres de la tierra, en contraste con otros grupos tribales, pueblos o naciones, que son vistos en función de las propias percepciones y valores.
Es, por lo tanto, un proceso básico para cimentar la solidaridad identitaria del colectivo y a la vez establecer diferencias y desigualdades respecto al otro: el extranjero, el inmigrante. La confluencia de los valores etnocéntricos con los intereses del poder económico y político, contribuye a justificar cualquier acción impositiva: el colonialismo, la imposición lingüística, así como la actitud ideológica estigmatizante: la xenofobia y el racismo. Desde la antropología cultural y ciencias afines, se ha creído encontrar el correctivo metodológico y cívico en el relativismo cultural . Cada cultura debe ser entendida en sus propios términos de forma que sus valores son el criterio para juzgar sus propios comportamientos. Ahora bien, comprender el funcionamiento de un sistema cultural no implica aceptar por igual todas las prácticas culturales, especialmente si éstas violan los derechos humanos básicos. Por ello, la crítica cultural al etnocentrismo significa ejercitarse en la transvaloración: aprender a verse cultural y teóricamente habiendo puesto previamente la mirada en el otro, aceptar el sentido híbrido de las culturas y, en definitiva, reconocer en las formas culturales más diversas lo universalmente humano. [María José Buxó Rey (2).]
5.2.- El relativismo cultural
El relativismo cultural se plantea como una consecuencia de la multiplicidad de culturas y de la afirmación de su inconmensurabilidad -imposibilidad de comparar lo diferente-, y ello en dos planos diferentes: el antropológico ? (¿Cómo comprender otra sociedad, otra cultura?) y el estrictamente cognitivo (¿ son las categorías lingüísticas las que determinan la percepción de la realidad, o más bien lo contrario?). Como se ve, los problemas son en todo caso epistemológicos, aunque su origen sea cultural, o incluso político.
El relativismo cultural es discutido por quienes creen, con Jarvie, que podemos comprender otras sociedades y culturas (primitivas o no) desde la nuestra, pues no son inconmensurables al haber universales que permiten el tránsito de unas a otras. Por el contrario, el "camino hermenéutico a la igualdad cultural" duda de toda comparabilidad entren culturas, y sostiene que "las formas de conocimiento son siempre ineluctablemente locales" (Geertz). Lo cual choca con la tesis de que hay principios morales que son universales y no meras expresiones de la cultura occidental, aunque procedan de ella. [Miguel Bertrán(2)]
5.3.- La sociedad multicultural.
El término multiculturalismo se origina en Canadá para aludir a una política inmigratoria que trata de ser respetuosa con las identidades culturales de los emigrantes, y no -como era usual- sustituirlas por la identidad de la nación receptora. Por extensión, el término tiene hoy una doble aceptación. En un plano normativo o político se entiende por sociedad multicultural una sociedad cuando menos tolerante y a ser posible respetuosa con las diversidades culturales existentes en su seno, diversidad que valora positivamente como un avance de la libertad, lo que afecta a temas como el uso de las lenguas, las prácticas religiosas, familiares o culinarias, las expresiones artísticas etc. Partiendo de la base de que el ser humano está culturalmente enraizado y no es nunca una personalidad abstracta, y a partir de análisis del liberalismo clásico que enfatizan el papel positivo de la diversidad social (así, John S. Mill en On Liberty), se deduce que una política liberal debe respetar e incluso favorecer en lugar de reprimir la diversidad cultural. En un segundo sentido, más descriptivo y sociológico -y que es el presupuesto táctico de lo antes dicho-, se entiende por sociedad multicultural aquellos espacios de acción social en los cuales coexisten personas y/o grupos sociales con variadas adscripciones e identidades culturales.
La sociedad multicultural, entendida como hecho, es un fenómeno de alcance mundial que deriva de la creciente movilidad geográfica de personas a causa de la globalización económica, el transporte, el turismo, las emigraciones y un largo etcétera. En este sentido la sociedad multicultural alude a la emergencia de espacios de coexistencia multicultural, fundamentalmente las grandes áreas metropolitanas, de una parte y las zonas de atracción turística, de otra. Que tales espacios de convivencia o simple coexistencia multicultural se transformen en verdaderas sociedades multiculturales depende de tres variables.
1.- De una parte, la tolerancia y/o aprecio que la sociedad de acogida otorgue a las minorías;
2.- de otra, de la orientación de esas minorías hacia la plena integración o hacia la conservación de sus especificidades;
3.- y finalmente, del volumen respectivo de minorías y mayorías y, más en concreto, de la eventual acumulación de minorías.
Lo específico de la tendencia actual afecta a las dos últimas variables. Pues, de una parte, se aprecia un creciente rechazo de las minorías a dejarse absorber o integrar, como consecuencia de su reforzada identidad nacional (resultado de la descolonización), del peso creciente de nuevas áreas culturales plurinacionales (como es el caso del islam) y, sobre todo, de la fácil conexión con los países de origen (facilitada por los transportes y los medios de comunicación). De otra parte, por la creciente acumulación de minorías y el consiguiente desdibujamiento de la mayoría. De este modo, el juego de minorías y mayorías tiende a moverse, más allá del melting-pot* (N. Glazer) -caracterizado por la progresiva absorción de minorías en el seno de la mayoría-, por la convivencia y eventualmente la fertilización cruzada de diversas minorías entre sí y con una mayoría menos nítida. [Emilio Lamo de Espinosa (2)]
Toda esta descripción y análisis puede ser visto desde una perspectiva más sombría.
Mediante el concepto de multiculturalidad se ocultarían los siguientes presupuestos:
a) Las diferencias no serían tanto de culturas -no existen esencias culturales que determinen lo que son los catalanes, castellanos, los vascos, los suecos, etc.-, sino que estarían emergiendo conceptos como el de raza -moro, negro, etc-, y de origen -sudacas, etc.,-,y un último extremo, de renta. Como bien dice José María Ridao, "España multicultural" se encuentra en El Ejido, algunas zonas de Murcia y del Maresme(3).
b) La segunda operación consiste en confirmar los presupuestos de la xenofobia. Los inmigrantes no son vistos como personas que tienen un origen y una biografía y una tradición cultural, sino que se les despoja de todo ello y aparecen desnudos: son moros, negros, rumanos, en fin, extranjeros. El multiculturalismo borra esos caracteres de la extrema derecha y los convierte en un concepto antropológico, el cultural.
c) La tercera operación es que al hablar de diálogo multicultural se borra el concepto de ciudadanía. La desaparición del este concepto tiene mucho que ver con la desaparición de la política de la escena. Lo fundamental de dicho concepto estaba ligado a un Estado de derecho en el que las cuestiones de raza, credo y origen había quedado atrás. Cuando lo que se pone en cuestión es la política como instrumento de concordia y la democracia como instrumento, las antiguallas que cíclicamente reaparecen entre la extrema derecha y los populismos reaccionarios, pero también la izquierda bien pensante, es el decline del hombre y mujer en los Estados democráticos y la confrontación entre ellos y nosotros. La única respuesta frente a los desafíos que se enfrentan nuestras sociedades no es más restricciones a los derechos de los ciudadanos, sino más libertad y democracia, más transparencia y menos esencialismos.
5.4.- El universalismo cultural
El universalismo cultural supone la existencia de un "fondo común" en la naturaleza humana que pese a su diversidad y expresión en las culturas hay unos patrones básicos que permiten hablar de universalismo. ¿Cuáles pueden ser ese fondo común? La respuesta sin embargo, es muy limitada. Ese fondo se expresa por ejemplo, en la utilización del lenguaje, en una estructura de convivencia a través de relaciones de parentesco y poca cosa más.
¿Entonces, por qué hablar de universalismo? La respuesta está en los debates actuales del multiculturalismo. ¿Es mejor el modelo Occidental? ¿Es el Islam expresión del mal? Desde el etnocentrismo, cada cultura se ve asimismo como expresión de la "verdadera" cultura, como modelo y patrón donde deberían verse los demás. Sin embargo, esta vía no parece demasiado prometedora. No se trata de decirles a los demás que su cultura es un error o un horror. Deberíamos ser capaces de decirles que nuestros sistema a pesar de las limitaciones e imperfecciones deja espacios para que las personas busquen cada una su propio camino, que no importa la religión que tengan, porque ese es un asunto de cada uno, de la misma manera, la sexualidad que tu tengas no es asunto de la sociedad, que negar la existencia de Dios no es asunto que concierna la las instituciones, en fin, que existe una separación radical entre lo que como ciudadano estamos atados a las leyes que nosotros mismos nos hemos dado y lo que cada persona puede hacer con su propia vida. Que nuestro sistema de valores ha ido instituyendo un valor que son "los derecho humanos" que son expresión del anhelo del respeto por las personas. Que en nuestro sistema este modelo da como resultado una separación de los poderes que permite combinar libertad y seguridad en un equilibrio siempre frágil, inestable, que debemos seguir alerta ante las tentaciones autoritarias de más "seguridad" y menos libertad.
A las demás culturas deberíamos decirles que nosotros no estamos en posesión de la Verdad Absoluta, que nuestras creencias se sustentan en la experiencia compartida desde la Ilustración y que ciertas conquista, aunque precarias son hoy conquistas que nos parecen dignas de compartirlas con los demás. Por ejemplo, el papel de las mujeres en nuestra sociedad, frente a otras sociedades, donde dicho papel es inexistente en el mejor de los casos. O bien, el papel de los críticos de nuestra sociedad, ya sean periodistas, novelistas, intelectuales en general, donde pueden criticar al gobierno de turno sin que se vean amenazados o detenidos, los homosexuales, por tener preferencias sexuales distintas a la de los demás, para que no sean perseguidos, encarcelados o asesinados.
Nuestra defensa por los "valores humanos" expresión de los ejemplos anteriormente citados, supone hacer énfasis en el valor de la persona humana como ser autónomo que no necesita de la autoridad terrena ni divina para construirse con los demás como persona y que el papel del Estado y la sociedad consiste en defender dicha autonomía.
Bibliografía:
(1) J.Ferrater Mora. Diccionario de Filosofía. ed. Círculo de Lectores.
(2) S.Giner; E. Lamo de Espinosa, C. Torres (eds). Diccionario de Sociología. ed. Alianza.
(3) José María Ridao. Weimar entre nosotros. ed. Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, Barcelona, 2004, especialmente el capítulo VII.
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