V.- El eterno retorno de lo mismo.
Sí es verdad que Dios ha muerto, entonces estamos en la intemperie, aquí atados a la tierra, no queda ni el consuelo de “otro” mundo, ni el sueño de la eternidad. ¿Cómo conceder peso de eternidad a lo que por naturaleza es pasajero? La respuesta que da Nietzsche a esta pregunta la encuentra a través de un viejo mito religioso. La primera formulación del mito se encuentra en el fragmento 341 de La gaya ciencia.
El pensamiento del eterno retorno es ambivalente y Nietzsche tiene conciencia de ello. Puede convertirse en el más pesado peso y puede empujarle a ponerse a bien consigo mismo y con la vida. En su obra Así habló Zaratustra, expresa esta idea a través de la serpiente que se muerde la cola. Zaratustra quiere enseñar que es la infinitud del tiempo. Si existe un pasado infinito, entonces todo lo que puede suceder, ya ha sucedido: nada está por venir. La infinitud del pasado exige que haya acaecido todo lo que puede acaecer, que haya transcurrido un tiempo total.
Con el eterno retorno vuelve eternamente todo, también los horrores e injusticias de la historia, las miserias y errores del hombre. La misma esperanza del ultrahombre se torna locura, ya que también retorna el hombre pequeño y miserable. Para eludir esta terrible verdad, algún interprete de Nietzsche –G.Deleuze-, ha querido dar al eterno retorno un sentido selectivo: el círculo se convertiría en espiral que despediría de sí las fuerzas negativas y reactivas. Sin embargo, tal interpretación es posible, pero probablemente, lo más cierto es que la vida que retorna es está misma vida en todos sus aspectos, nobles y viles, grandes y pequeños. ¿Qué hay que hacer? Hay que morder esta horrible idea y tragársela. Entonces y sólo entonces el asco se convierte en risa. Esta risa es ya la del ultrahombre.
El terror que siente Zaratustra de este pensamiento abismal es el presentimiento de que todo este esfuerzo es inútil. Estamos condenados al esfuerzo baldío como Sísifo. El pensamiento del eterno retorno es profundamente ambivalente. Si todo lo que ocurre ya ha ocurrido, entonces también el futuro está fijo, no hay nada nuevo bajo el sol. Visto desde el pasado, la teoría es fatalista.
Nietzsche piensa su teoría desde futuro abierta por mi decisión actual. El eterno retorno puede considerarse desde una perspectiva ética. Entonces se convierte en un imperativo, una regla práctica de la voluntad: lo que quieres, virtud o vicio, quiérelo de tal manera que quieras también su eterno retorno. Es en este contexto donde aparece el instante como expresión de la eternidad. En cada acto, desde el más mecánico hasta el más sublime, cada uno de ello, son expresión de lo que siempre será. En una palabra, Nietzsche considera el eterno retorno bajo una doble luz: como necesidad y como libertad, como doctrina cosmológica que enseña la vuelta inevitable de todo y como una llamada ética a la decisión actual. Ambos desde su lógica son incompatibles. ¿Qué sentido tiene decidirme ahora, si ya todo está decidido?
¿Para qué el eterno retorno? La respuesta sería que donde no hay lugar para un Dios trascendente, creador del mundo, sólo queda absolutizar este mismo mundo dando un carácter necesario a su devenir. El pensamiento del eterno retorno confiere a la vida y al devenir una apariencia de necesidad, pero no por ello le da finalidad y sentido. En el fondo la idea del eterno retorno, representa la culminación del nihilismo.
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