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Friedrich Nietzsche (VI)

VI.-El ultrahombre.

Empecemos por el principio, en Así [pues] habló Zaratustra, en De las tres transformaciones , nos dice: “ Tres transformaciones del espíritu os menciono: cómo el espíritu se convierte en camello, y el camello en león, y el león, por fin, en niño”. La exégesis habitual ha diseccionado el significado de cada una de estas figuras: así, el camello representaría el peso de las verdades establecidas, es la expresión del ascetismo, la renuncia. La figura del león supone una negación total de los valores que sostenía la figura del camello. El león rechaza los valores, asume el nihilismo, la nada. Sin embargo, sólo con el niño la negación –nihilismo- abre paso hacia una nueva etapa, donde todo es juego, creación y destrucción de nuevos valores, desde la absoluta conciencia que ya no hay nada, es el vacío perfecto, sólo la inocencia más absoluta es capaz de vivir a la intemperie, en la nada.



En La gaya ciencia, no aparece ninguna referencia a la idea del ultrahombre (superhombre). La idea aparece en el invierno de 1882 a 1883."¿Qué hace que pueda soportarla [la vida] ante mis ojos? La visión del ultrahombre (superhombre), que dice sí a la vida".(3)

El eterno retorno no es una especie de salto mortal en lo irracional a la búsqueda de otro "mundo detrás del mundo". Ambas ideas -eterno retorno y superhombre- son conceptos límites en el horizonte de una visión antimetafísica y antipesimista del mundo, tras la "muerte de Dios" (Montinari, pág.115-166)

En El nacimiento de la tragedia y en Así habló Zaratustra, se tratan las mismas tendencias, pero las soluciones, las respuestas son contrarias. Si en El nacimiento de la tragedia Nietzsche aspira a la justificación global de la existencia (decir sí a la vida) y la consigue con la "metafísica del arte", en Zaratustra, el eterno retorno deseado por el superhombre, hace vano el problema de justificación de la existencia, cerrando el horizonte no mediante el "mito trágico", sino con la "eternización" del carácter íntegramente terrenal e inmanente de la vida.(Montinari, pág.116).

Nietzsche es consciente de la dificultad de perfilar al ultrahombre. No se hace ilusiones sobre su llegada. Su anuncio no significa que tenga que venir. Aceptar al ultrahombre, es aceptar "la muerte de Dios", asumir el nihilismo con todas las implicaciones que supone. Aceptar el sin-sentido y la nada, aceptar que la vida, en un juego de mascaras eternas. ¿Quién podría aceptar ese destino?  Los perfiles del ultrahombre, supone una mezcolanza imposible entre los héores griegos, la "condottieris" al estilo de Maquiavelo, los forjadores de destinos que imponen al rebaño las directrices que han de seguir. Perturba pensar en esos rasgos, visto que ha sido el siglo XX. 


Friedrich Nietzsche (V)

V.- El eterno retorno de lo mismo.

Sí es verdad que Dios ha muerto, entonces estamos en la intemperie, aquí atados a la tierra, no queda ni el consuelo de “otro” mundo, ni el sueño de la eternidad. ¿Cómo conceder peso de eternidad a lo que por naturaleza es pasajero? La respuesta que da Nietzsche a esta pregunta la encuentra a través de un viejo mito religioso. La primera formulación del mito se encuentra en el fragmento 341 de La gaya ciencia.

El pensamiento del eterno retorno es ambivalente y Nietzsche tiene conciencia de ello. Puede convertirse en el más pesado peso y puede empujarle a ponerse a bien consigo mismo y con la vida. En su obra Así habló Zaratustra, expresa esta idea a través de la serpiente que se muerde la cola. Zaratustra quiere enseñar que es la infinitud del tiempo. Si existe un pasado infinito, entonces todo lo que puede suceder, ya ha sucedido: nada está por venir. La infinitud del pasado exige que haya acaecido todo lo que puede acaecer, que haya transcurrido un tiempo total.



Con el eterno retorno vuelve eternamente todo, también los horrores e injusticias de la historia, las miserias y errores del hombre. La misma esperanza del ultrahombre se torna locura, ya que también retorna el hombre pequeño y miserable. Para eludir esta terrible verdad, algún interprete de Nietzsche –G.Deleuze-, ha querido dar al eterno retorno un sentido selectivo: el círculo se convertiría en espiral que despediría de sí las fuerzas negativas y reactivas. Sin embargo, tal interpretación es posible, pero probablemente, lo más cierto es que la vida que retorna es está misma vida en todos sus aspectos, nobles y viles, grandes y pequeños. ¿Qué hay que hacer? Hay que morder esta horrible idea y tragársela. Entonces y sólo entonces el asco se convierte en risa. Esta risa es ya la del ultrahombre.

El terror que siente Zaratustra de este pensamiento abismal es el presentimiento de que todo este esfuerzo es inútil. Estamos condenados al esfuerzo baldío como Sísifo. El pensamiento del eterno retorno es profundamente ambivalente. Si todo lo que ocurre ya ha ocurrido, entonces también el futuro está fijo, no hay nada nuevo bajo el sol. Visto desde el pasado, la teoría es fatalista.

Nietzsche piensa su teoría desde futuro abierta por mi decisión actual. El eterno retorno puede considerarse desde una perspectiva ética. Entonces se convierte en un imperativo, una regla práctica de la voluntad: lo que quieres, virtud o vicio, quiérelo de tal manera que quieras también su eterno retorno. Es en este contexto donde aparece el instante como expresión de la eternidad. En cada acto, desde el más mecánico hasta el más sublime, cada uno de ello, son expresión de lo que siempre será. En una palabra, Nietzsche considera el eterno retorno bajo una doble luz: como necesidad y como libertad, como doctrina cosmológica que enseña la vuelta inevitable de todo y como una llamada ética a la decisión actual. Ambos desde su lógica son incompatibles. ¿Qué sentido tiene decidirme ahora, si ya todo está decidido? 

¿Para qué el eterno retorno? La respuesta sería que donde no hay lugar para un Dios trascendente, creador del mundo, sólo queda absolutizar este mismo mundo dando un carácter necesario a su devenir. El pensamiento del eterno retorno confiere a la vida y al devenir una apariencia de necesidad, pero no por ello le da finalidad y sentido. En el fondo la idea del eterno retorno, representa la culminación del nihilismo.

Friedrich Nietzsche (IV)

IV.-El nihilismo.
  
La "muerte de Dios" conlleva inevitablemente el nihilismo, como después del día viene la noche, son inseparables. Son los hermanos siameses que no pueden vivir separados. "Lo que yo cuento es la historia de los siglos que se aproximan. Y describo lo que viene, lo que no tiene más remedio que venir: la irrupción del nihilismo".

¿Qué es el nihilismo? Es la desvaloración de todos los valores. El nihilismo no puede ser el fin de trayecto, por ello, debe buscar otra dirección. Para Nietzsche el nihilismo es como una estación en la espera de un tren que viene del pasado y apunta al futuro. El nihilista es aquél que sonríe con el anuncio de la muerte de Dios, pero su sonrisa no es de felicidad, de jubilo, sino de nerviosismo. El hombre moderno, acostumbrado a los valores establecidos, ha dejado de creer en ellos, debido por un lado, a la ciencia y su pasión por la verdad, y por otro, por el hastío de unos valores que de tanto repetir han dejado de tener consistencia.

"sus síntomas: el gran desprecio
                          la gran compasión
                          la gran destrucción
su punto culminante: una doctrina que enseña precisamente a considerar la vida, a la que hacer sentir náuseas, compasión y placer en la destrucción, como absoluta y eterna"

( Fragmentos póstumos vol.IV. Novembre de 1887-Marzo de 1888; 11 [149] . Ed. Técnos. El nihilismo perfecto (pág.409)

El nihilismo no es más que un gigantesco malentendido, que se ha ido construyendo a través del platonismo, cristianismo, kantismo, positivismo y nihilismo. El proceso marca un autodesenmas-caramiento y, por ende, de autodestrucción del mundo suprasensible. Al desaparecer el mundo verdadero, ha desaparecido la diferencia que lo distinguía del mundo aparente y, por ende, el mismo mundo aparente en cuanto aparente. Lo que queda es "este" mundo, tal cual. Lo suprasensible se definía frente al devenir, precisamente, como remedio a lo mutable. Para resolver este problema Nietzsche acude al mito del eterno retorno.

Friedrich Nietzsche (III)

III. - Nietzsche y “La muerte de Dios ”



El hombre necesita dar un sentido a su vida y para ello crea el valor. ¿Cómo ha funcionado hasta ahora esta actitud evaluadora del hombre? La respuesta de Nietzsche es que el hombre ha comprendido la vida, es decir, lo que hay, el mundo, el ser en su conjunto, a la luz de un sentido objetivo y trascendente. La forma más simple de esta concepción se encuentra en Platón, según la cual, para comprender el mundo sensible, hay que "suponer" otro orden de realidad, el mundo inteligible (mundo de las ideas) o metafísico. Desde Platón toda la cultura occidental se basa en la consideración de una "norma", de un concepto de verdad, belleza, bondad, de ser, que nos permite "medir" y a la vez "fundamentar" lo que hay de verdadero y bueno en el mundo. 

En Nietzsche tiene lugar una inversión de la metafísica, entendiendo por metafísica la posición de Dios o del mundo supra-sensible. El preámbulo para una nueva comprensión de la vida es precisamente "la muerte de Dios". El anunció de la buena nueva se encuentra en el famoso fragmento 125 de La gaya ciencia. La fórmula "Dios ha muerto".Lo que expresa esta fórmula es la fe del hombre en él. Dios vivió en la conciencia del mundo occidental, pero llegados a este momento histórico, este acontecimiento, -siglo XIX-, los hombres han dejado de creer en él. Vivimos en un mundo sin Dios, pero aún no nos ha llegado esta noticia.

§125. El hombre loco

¿No habéis oido hablar de aquel hombre loco que,con su linterna encendida en la claridad del mediodía,iba corriendo por la plaza y gritaba:"busco a Dios"? Y ¿qué precisamente arrancó una gran carcajada de los que alli estaban reunidos y no creían en Dios? ¿Es que se ha perdido?,decía uno. ¿Se ha extraviado como un niño?, decía otro,o ¿es que se ha escondido? ¿Tiene miedo de nosotros? ¿Ha emigrado?,así gritaban riendo unos con otros. El hombre loco saltó en medio de ellos y los taladró con sus miradas. "Adonde se ha ido?", exclamó, "voy a decíroslo. Lo hemos matado nosotros. Vosotros y yo. Todos somos sus asesinos,pero ¿cómo hemos hecho esto?' ¿Cómo hemos podido vaciar el mar? ¿Quién nos ha dado una esponja capaz de borrar el horizonte? ¿Qué hemos hecho para desprende esta tierra ,del sol? ¿Hacia adonde se mueve ahora? ¿Hacia adonde nos movemos nosotros,apartándonos de todos los soles? ¿No nos precipitamos continuamente?,¿hacia atrás,adelante,a un lado y a todas partes? ¿Existe todavía para nosotros un arriba y un abajo?, ¿no vamos errantes como a través de una nada infinita?, ¿no nos absorbe el espacio vacio?, ¿no hace más frío? ¿No vien la noche para siempre,más y más noche? ¿No se han de encender linternas a mediodía? ¿No oímos todavía nada del rumor de los enterradores que han enterrado a Dios? ¿No olemos todavía nada de la corrupción divina? ¿También los dioses se corrompen. ¡Dios ha muerto! ¡Dios está muerto!,y nosostros lo hemos matado! ¿Cómo podemos consolarnos los asesinos de todos los asesinos? Lo más santo y lo más poderoso que el mundo poseía hasta ahora,se ha desangrado bajo nuestros cuchillos -¿quién puede limpiarnos esta sangre?, ¿qué fiestas expiatorias o qué juegos sagrados deberíamos inventar?-. ¿No es demasiado grande para nosostros la grandeza de este hecho?,¿no deberemos convertirnos en dioses nosostros mismos,sólo para aparecer dignos de ello? No hubo nunca hecho más grande -y cuantos nazcan después de nosostros pertenecerán a una historia superior a toda la historia precedente a causa de este hecho". En este punto calló el hombre loco y miró de nuevo a los que le escuchaban. También ellos se habían callado y le mira-ban extrañados. Finalmente arrojó su linterna al suelo,que se hizo pedazos, y se apagó. "Llego demasiado pronto,dijo entonces,todavía no estoy en el tiempo opor-tuno. Este suceso enorme está todavía en camino y va avanzando, no ha penetrado aún en los oídos de los hombres. El relámpago y el trueno necesitan tiempo, la luz de las estrellas necesita tiempo. Los hechos necesitan tiempo, aún después de haberse realizado,para ser vistos y oídos.Este hecho está para ellos más lejos que las estrellas más lejanas y,sin embargedlo han hecho ellos". Se cuenta además que el hombre loco,aquel mismo día entró en varias iglesias y entonó en ellas sus Réquiem,aeternam Deo. Y que habiéndolo sacado y haciéndolo hablar, siempre había replicado solamente: "¿qué son, pues, estas iglesias ya,sino las sepulturas y los monumentos funerarios de Dios?

F.Nietzsche, El gay saber. trad.Luis Jiménez Moreno. col.Austral nº 1660. Espasa Calpe,Madrid, 1986. págs. 155-156.

Si Dios era el horizonte de sentido y valor, su muerte comportará el hundimiento de este horizonte del cual nos hemos nutrido durante dos mil años. En Nietzsche no puede tratarse, como en Marx o Feuerbach, de poner en lugar de Dios otras cosas, como la humanidad o el comunismo, ni la razón, el progreso ni los diferentes sustitutos para consolarnos de los sinsabores de este mundo cruel.




Nietzsche no vende salvación ni final feliz, nos anuncia el fin de una conciencia que se tranquiliza pensando en términos metafísicos, si Dios ha muerto, la consecuencia inevitable es el sin-sentido absoluto, no hay lugar, no hay nada [nihilismo]. ¿Podemos soportar este desamparo absoluto? La metafísica occidental nos ha hecho creer, según Nietzsche, que no podríamos soportarlo. Asumir la "muerte de Dios" supone el inicio de la liberación de la humanidad. ¿Cómo se produce esta liberación? La respuesta está en que el hombre deberá  valorar desde una nueva perspectiva. La dificultad está en que no existe ya "normas", ni "ideales". El vértigo se hace presente, pues, ¿de dónde ha de surgir la nueva transvaloración de todos los valores? 

Dostoievski hace decir a uno de sus personajes en su obra  "Los hermanos Karamazov": "Si Dios no existe, todo está permitido". He aquí en apretada síntesis la nueva situación en la que nos encontramos. ¿Quiere el hombre convertirse en Dios? La respuesta de Nietzsche se encuentra en su alter ego Zaratustra: "Todos los dioses han muerto. Ahora queremos que viva el ultrahombre". Sólo quien asuma de forma radical la muerte de Dios podrá sentir el nuevo horizonte dejado por el vacío de Dios y que no puede ser colmado por nada, ni por nadie. Se requiere una voluntad infinita y una fuerza sobrehumana para llevar la nueva situación.

Entrevista a Juan Francisco Martín Seco (i II)

  L'entrevistador, li pregunta per la reforma fiscal, " quines característiques tindria aquesta reforma? Martín Seco parla de com e...