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John Stuart Mill (y VII)

V.- Elitismo y participación.

Para Mill, también las instituciones políticas son un importante medio de educación del pueblo, por lo que en ellas, las minorías educadas deberán desempeñar un destacado papel, frente al peligro de una tiranía de la mayoría. Mill sostiene que hay que rechazar todo gobierno de clase, sea ésta minoritaria o mayoritaria y establecer los mecanismos para que gobiernen personas independientes de perversos intereses egoístas, con motivos elevados y miras lejanas. Descarta, por tanto, que puedan existir intereses perversos de los profesionales cultivados (*), asocia el interés de éstos al de todos y confía en que la fuerza de las convicciones de las gentes instruidas se convierta en un enérgico impulso social.

En “Consideraciones sobre el gobierno representativo” (1861), Mill propugna un sistema de representación proporcional, opuesto al mayoritario existente en su país, a través del cual puedan hallar audiencia las minorías, y la ampliación del sufragio, incluyendo en él a las mujeres, pero excluye no sólo a los pobres acogidos a la asistencia de las parroquias y a los analfabetos, sino también a quienes no sepan de números (**)(pág.186). Mill propone u voto plural que dé mayor peso a la elección de las personas con estudios. Mill no es un conservador radical, pero era hijo de su tiempo, no pretendía que los pobres no votasen, pues, la educación era el medio adecuado para elevar el nivel de conocimiento. Pensaba ingenuamente, que esas elites instruidas sería la voz de los sin voz, en el camino para que todos tuviesen voz.



En “Consideraciones sobre el gobierno representativo” (1861), afirmará que la mejor forma de gobierno es el gobierno representativo. ¿Cómo llega a esta conclusión? La respuesta se halla en los criterios que permiten afirmar la bondad del gobierno representativo. ¿Cuáles son estos criterios?

En primer lugar, el fomento, la promoción de las buenas cualidades de los individuos. Pues, ¿de qué sirven las instituciones si falla el individuo? El buen gobierno será el que fomente el carácter de los individuos, y carácter, en su sentido victoriano, viene a ser sinónimo de vigor e independencia de opinión.

El segundo criterio, es cómo saca partido de esas buenas cualidades de los individuos, es decir, ¿cómo emplea las facultades y cualidades existentes en la sociedad?

La forma de gobierno representativo o gobierno popular, la opone al despotismo, forma de gobernar que no promueve las facultades morales, intelectuales y activas de los individuos. El rechazo del despotismo lo fundamenta, por tanto, aludiendo al tipo de hombre que se desarrolla bajo una forma de gobierno en la que las personas no tienen voluntad en lo que afecta a sus intereses colectivos, teniendo que obedecer a una voluntad que no es la suya y que lo resuelve todo por ellos. Este despotismo podría ser perfectamente “democrático”, porque lo que Mill teme es precisamente la tiranía de las mayorías.

El gobierno representativo satisface los criterios fundamentalmente por dos ideas:

.- la primera es que solamente cuando las personas afectadas dirigen sus propios intereses éstos no quedan desatendidos.
.- la segunda, que la prosperidad general aumenta y se difunde de manera creciente cuanto más variadas e intensas seas las facultades consagradas a su desarrollo. Para Mill “cada uno es el único custodio seguro de sus derechos e intereses”.

En su modelo de democracia representativa no menciona los partidos políticos, a los que parece ver como agentes de perversos intereses de clase. En este diseño ideal se apoya en la previsión de que la parte inteligente de los electores conseguirá hacer prevalecer su opinión y elegir a los mejores desde el punto de vista intelectual. Para Mill el derecho al sufragio sólo puede obtenerse con una actitud que haga al individuo merecedor del mismo.

En Mill puede entreverse un elitismo en su negación de la igualdad política de todos los ciudadanos, implícita en la propuesta de voto plural, y en el papel dirigente atribuido a una minoría ante su temor al predominio de una mayoría ignorante, aunque, a diferencia de algunos elitistas de nuestros días, no presenta la apatía política como un ideal ni da prioridad a la consecución de la eficiencia y la estabilidad política por medio de una lealtad ideológica y simbólica al orden establecido.

Notas:
(*) Los "profesionales cultivados" (intelectuales) no son más que un modelo basado en el saber y no en el poder. Platón inaugurará esta idea.
(**) Reminiscencias platónicas.

Bibliografía:

J.M.Colomer. El utilitarismo. Una teoría de la elección racional. Ed.Montesinos, Barcelona, 1987. Capítulo IV.
J.Ferrater Mora. Diccionario de Filosofía, Vol.Q-Z, ed.Círculo de Lectores, Barcelona, 2002.

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