Reseña: El apagón de luces (I)
He comenzado a leer el libro de Manuel Cruz, El gran apagón. El eclipse de la razón en el mundo actual. Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2022.
I. De la razón a la emoción. O del Siglo de las Luces al Gran Apagón.
Del Siglo de las Luces y la razón como instrumento para comprender y transformar la realidad al Romanticismo (s.XIX) que impugnó la razón para colocar en el centro al corazón (emociones) -subjetividad-.
Si el siglo XX finalizó en 1989 [tesis de historiadores], con el derrumbe del Muro de Berlín y el posterior hundimiento del Comunismo, Manuel Cruz no tiene claro que el inicio del siglo XXI sea el ataque a las Torres Gemelas.
Señala como hito del inicio del siglo XXI, la crisis de 2008 y su deriva a lo largo de la siguiente década y la aparición de la pandemia del COVID-19, que todavía hoy, sigue su curso, amén de la Guerra en Ucrania lanzada por Putin, cuyos efectos aún están por ver.
Todas estas fracturas han supuesto el “fin de las utopías de emancipación” políticas y sociales que han dejado a la izquierda huérfanas de soporte ideológico. Pero, si algunos lanzaron la idea que el capitalismo era quien salía vencedor de la Guerra Fría, la crisis del 2008 y la pandemia, han hecho que la euforia liberal se haya enfriado considerablemente.
En el plano epistémico, se ha pasado de la explicación a la narración. La izquierda parece haber abandonado los “valores materialistas” –estado del bienestar, distribución de la riqueza- para concentrarse en valores culturales, o “posmaterialistas” –ecología y la identidad cultural, género-.
Estamos delante de mutaciones de larga alcance que solamente ahora empezamos a vislumbrar, pero la falta de herramientas conceptuales para poder analizar lo que está sucediendo impiden su análisis y comprensión. Según Cruz, el propio concepto de “clase” es incapaz de explicar las mutaciones que han aparecidos en las últimas décadas.
Manuel Cruz, habla de una “sociedad fatigada” hasta la decepción por los reiterados incumplimientos de los programas de máximos de unos y otros”. (pág.17)
Es la política la que está en cuestión por una ciudadanía desconcertada y desnortada. Un elemento que ayuda a esta ceremonia de la confusión es que nuestra sociedad se ha convertido en “una auténtica sociedad del espectáculo” (pág.18). Esto ha sido posible debido al desarrollo de la tecnología de las comunicaciones. La tecnología no es la responsable, pero su utilización partidista a acaba por perfilar la situación actual. Porque “la política habría terminado por constituir algo así como el departamento de producción de contenidos para dichos medios” (pág.19). En su libro La ceremonia caníbal, Christian Salmon podía afirmar: “ El hombre político se presenta cada vez menos como una figura de autoridad, alguien a quien obedecer, y más como algo que consumir; menos como una instancia productora de normas que como un producto de la subcultura de masas, un artefacto a imagen de cualquier personaje de una serie o un programa televisivo” (pág.19)
Si el espectáculo debe continuar, la mejor manera de estar atentos a la pantalla, no es argumentando, sino apelando a las emociones, así “la repetición y el remake que no se reconoce en su condición de tal pasan a estar a la orden del día. El resultado es que nos encontramos ante el procedimiento más eficaz para que todo termine cayendo en el olvido” (pág.19)
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