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La ruptura entre Camus i Sartre segons Jeanson (III)

III


Jeanson-Camus-Sartre


Dins d’aquesta polèmica què avui pot semblar incomprensible, demostra en el fons, els temps d'indigència intel•lectual en el què vivim tots plegats. En un món transformat en global i on els diners son el valor de totes les coses, parlar de idees, sobre el compromís social, l’ètica, la política, la crítica d’un món que sembla dirigir-se cal el desastre: canvi climàtic, desigualtats descarnades, exhibició de la força de les armes, del cinisme de les grans potències i l’aparició de nous messies que exalten valors que fan freda,  tot això amplificat per xarxes socials, plenes de trols i fanàtic de tota mena, done encara avui, valor a una controvèrsia que va marcar a tota una generació.

Quina va participar activament en aquesta controvèrsia, Francis Jeason(1), dona la seva propia versió del que va passar. Cal recordar que ell va ser l’encarregat de fer la ressenya del llibre de Camus “El home rebel”,  per la revista Les Temps Moderns.

Diu Jeanson el següent  sobre l'afer:

“Ante todo,  cuando apareció L’homme révolté yo no conocía a Albert Camus: únicamente había leído la totalidad de sus obras, entre las cuales no me había gustado más que L’Etrange. Tampoco le he conocido después: sólo el azar (puesto que gravitábamos en los mismos círculos) había mantenido hasta entonces esa distancia entre nosotros; la polémica hizo de ella una necesidad. (...) 

Si hoy  experimento la necesidad de precisar esto, es porque no me gustaron algunos de los ecos suscitados por nuestra disputa. Ciertamente, no me gustaba la forma en que Camus rechazaba a priori todo compromiso revolucionario en nombre de una “rebeldía” personal que no podía ser preconizada colectivamente más que al precio de hundirse en el individualismo. (...)

(...) Y las declaraciones de Camus relativas a la guerra de Argelia, entre 1956 y 1958, no hicieron evidentemente nada que me inspirase la menor simpatía hacia él*. Esta es quizá la razón por la que no me tomé el trabajo de leer su último libro, La Chute  [La caída], durante los años en los que yo me esforzaba por prestar un cálido apoyo a los argelinos en su lucha por la independencia. De suerte que Camus había muerto un año antes –en enero de 1960, en un accidente de automóvil**- cuando ese libro cayó por fin en mis manos. Y mi sorpresa al leerlo fue inmensa. Por primera vez, me pareció que Camus se había puesto en cuestión por entero.(...)

Bien empleado me estaba: era demasiado tarde. Me había creado una cierta imagen de él –la de un La Rochefoucauld de los tiempos modernos, un triste metafísico que reprochaba a un Creador ausente las injusticias de la condición humana, un falso rebelde que cultivaba su rebeldía cotizando para la Cruz Roja, y he aquí que me hacía la jugada de resurgir, a través de las páginas de ese libro, más vivo que nunca. Completamente muerto, sin embargo, y, para mí mismo, no superable. Tal es el Absurdo del cual él había hablado, ¡ay!, demasiado sabiamente.”  (pág.208-9)


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